
Toda la información genética que hemos heredado de nuestros padres está contenida en el ADN dentro del núcleo de cada célula, organizándose en unidades de información llamadas genes. En el año 2003, se dio a conocer la secuencia completa del ADN de la especie humana gracias a un consorcio de investigadores llamado Proyecto Genoma Humano (HGP, por sus siglas en inglés). El genoma es entonces el total de genes de un individuo y se estima que la especie humana posee alrededor de 25 000 genes. A pesar de ello, no todos los genes se expresan. Para poder albergar tanta información en nuestras células microscópicas, es necesario que el ADN esté superenrollado con la intervención de proteínas accesorias llamadas histonas. Por lo tanto, la activación de un gen está en función de muchos factores, entre ellos el grado de enrollamiento en que se encuentre la región del ADN en donde esté contenido un gen en particular así como la accesibilidad de la maquinaria responsable de copiar la información de ese gen en forma de ARN, proceso conocido como transcripción, para posteriormente traducirse hasta una proteína (figura 1).