
Aunque pudiera parecernos extraño a primera vista entre académicos y científicos, en realidad, el uso de películas para la enseñanza de la ciencias es algo cada vez más común y que ya tiene varias décadas trabajándose en educación superior (1). En general, los resultados indican que los estudiantes desarrollan pensamiento crítico (2), estimulan el interés, permiten ver concretamente lo que se aprende de forma abstracta en clase y facilitan la exposición verosímil de fenómenos psicológicos (3). Incluso ha mostrado ser útil para su empleo en procesos psicoterapéuticos (4). Por supuesto, siempre y cuando se emplee una metodología precisa y con fundamento teórico que permita registrar con meticulosidad los procedimientos y resultados de su implementación (2,4,5).