
La Nutrición en América Latina discretamente se ha abierto un espacio hasta llegar a un juicio de maduración, no fácil por las características regionales de
desigualdad, pobreza y exclusión, pero sí con interesantes resultados en diferentes contextos políticos, sociales, educativos y de regulación. Inicialmente el profesional nutricionista fue limitado a los servicios hospitalarios y las escuelas universitarias concentraban su formación en esta área del desempeño, paralelo a un perfil pedagógico-comunitario, pero en las tres últimas décadas la profesión ha tomado un impulso trascendental, tristemente segmentado por el comportamiento alimentario que modificó fuertemente la composición corporal en escolares, adolescentes y adultos jóvenes, lo cual ha permitido su intensa actividad técnica.