
Resulta contrastante que mientras las mujeres son las que principalmente preparan y distribuyen la comida, también constituyan el grupo que presenta niveles más altos de desnutrición. Esto tiene que ver con la cultura y la sociedad en que vivimos.
Lo anterior hace visible una desigualdad de género, es decir, una diferencia que se convierte en desigualdad por el hecho de ser mujer u hombre; en palabras de Marta Lamas, se trata de un problema político dado que las diferencias biológicas se interpretan culturalmente y marcan el destino de las personas con una moral diferenciada para unos y otras (1986: 178).
En este sentido, diversos autores han llamado la atención acerca de las cifras en mujeres y niñas referentes a desnutrición, anemia, y otras enfermedades relacionadas con el deficiente acceso a la alimentación. Si bien las estadísticas no son tan específicas para el caso de México, es cierto que a nivel mundial la población femenina se ve afectada de forma más pronunciada que la población masculina.