
La infección por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) sigue siendo un tema de interés prioritario en Salud Pública, a pesar de que cada año se ha reducido la mortalidad y la prevalencia de esta enfermedad. Este avance se ha logrado gracias a la detección temprana y al tratamiento oportuno, que previene la progresión al Síndrome de Inmunodeficiencia adquirida (SIDA). En México, en 2023, se estimó que 3 de cada 1000 personas viven con VIH, con una mayor prevalencia en grupos vulnerables como hombres que tienen sexo con hombres, personas trans y trabajadores sexuales. Gracias a los esfuerzos del gobierno, asociaciones e instituciones de salud, se ha garantizado el acceso de manera gratuita al Tratamiento Antirretroviral (TAR) y se ha brindado apoyo de manera multidisciplinaria a través de servicios de psicología, trabajo social y atención médica de primer nivel (1).
Las acciones antes mencionadas han permitido mejorar la calidad de vida en muchas personas que viven con VIH (PVV), sin embargo, aún persisten algunas barreras, sobre todo aquellos que se encuentran en grupos vulnerables. La situación económica y laboral pueden dificultar el acceso a una alimentación saludable y adecuada para que pueda cubrir los requerimientos nutricionales derivados de esta condición. Esta falta de acceso a los alimentos se le nombra como inseguridad alimentaria.