
Desde tiempos antiguos la miel ha sido utilizada como un remedio tradicional contra infecciones microbianas, inhibiendo el crecimiento o destruyendo algunos patógenos. Su capacidad antimicrobiana y antioxidante se atribuye a compuestos fenólicos, a su alto contenido de azúcar, la osmolaridad, pH, la producción de peróxido de hidrógeno y la presencia de otros componentes fitoquímicos, que guardan relación con las especies vegetales que las abejas pecorean como fuente de néctar.